Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (Extractos 2021), 1916

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Extractos de Imperialismo, fase superior del capitalismo, V.I.Lênin (1916-1917)

I.LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCIÓN Y LOS MONOPOLIOS (...) Cuando Marx escribió El capital hace medio siglo, para la mayor parte de los economistas la libre competencia era una “ley natural”. Mediante la conspiración del silencio, la ciencia oficial intentó aniquilar la obra de Marx, cuyo análisis teórico e histórico del capitalismo había demostrado que la libre competencia provoca la concentración de la producción, concentración que, en cierta fase de su desarrollo, conduce al monopolio. Hoy el monopolio es un hecho. (…). Los hechos demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas, por ejemplo en lo referido al proteccionismo o al librecambio, solamente dan lugar a variaciones insignificantes respecto a la forma de los monopolios o al momento de su aparición, pero que el surgimiento de los monopolios, como resultado de la concentración de la producción, es una ley general y fundamental de la actual fase de desarrollo del capitalismo. II.LOS BANCOS Y SU NUEVO PAPEL (…) Estas simples cifras muestran, quizás mejor que largas disquisiciones, cómo la concentración del capital y el aumento del volumen de negocio bancario cambian radicalmente la importancia de los bancos. Los capitalistas dispersos se transforman en un capitalista colectivo. Cuando lleva una cuenta corriente para varios capitalistas, el banco realiza una operación puramente técnica, auxiliar. Pero cuando esta operación crece hasta alcanzar proporciones enormes, nos encontramos con que un puñado de monopolistas subordina a sus intereses las operaciones comerciales e industriales de toda la sociedad capitalista, estando en condiciones —por medio de sus relaciones bancarias, sus cuentas corrientes y otras operaciones financieras— de, primero, conocer exactamente la situación financiera de los distintos capitalistas; segundo, controlarlos, influyendo sobre ellos a través de la ampliación o la restricción del crédito, facilitándolo o dificultándolo; y, finalmente, de decidir enteramente su destino, determinar su rentabilidad, privarles de capital o permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas, etc.

III.EL CAPITAL FINANCIERO Y LA OLIGARQUÍA FINANCIERA “Una parte cada vez mayor del capital industrial —escribe Hilferding— ya no pertenece a los industriales que lo utilizan. Disponen de él únicamente por mediación del banco, el cual representa, con respecto a ellos, a los propietarios del capital. Por otro lado, el banco se ve obligado a invertir en la industria una cuota creciente de sus fondos. Así, el banquero se está convirtiendo en un grado mayor que nunca en capitalista industrial. El capital bancario —es decir, capital en forma de dinero— que se convierte de esa manera en capital industrial es lo que yo llamo ‘capital financiero’ (...) El capital financiero es el capital controlado por los bancos y utilizado por los industriales”. [Hilferding, El capital finaniero] Esta definición es incompleta, dado que omite uno de los aspectos más relevantes: el aumento de la concentración de la producción y del capital a tal nivel, que conduce, y ha conducido, al monopolio. Pero en todo su trabajo, y en particular en los dos capítulos que preceden al de la cita, Hilferding remarca el papel de los monopolios capitalistas. Concentración de la producción, monopolios que surgen de la misma, fusión o ensamblaje de los bancos con la industria; tal es la historia del ascenso del capital financiero y lo que este concepto representa. (…)

IV. LA EXPORTACIÓN DE CAPITAL Lo típico del antiguo capitalismo, en la época en que la libre competencia tenía vigencia, fue la exportación de bienes. Lo típico de la fase reciente del capitalismo, bajo la vigencia de los monopolios, es la exportación de capital. El capitalismo es la producción de bienes en su etapa más alta de desarrollo, cuando la fuerza laboral misma se convierte en un bien transable. El crecimiento del intercambio interno, y particularmente del intercambio internacional, es la característica distintiva del capitalismo. El desarrollo desigual y espasmódico de empresas individuales, de ramas individuales de la industria y de países individuales, es inevitable bajo el sistema capitalista. Inglaterra se convirtió en un país capitalista antes que cualquier otro y, hacia mediados del Siglo XIX, después de haber adoptado el libre comercio, se vanagloriaba de ser la "fábrica del mundo" proveedora de bienes a todos los países que, en contrapartida, habrían de mantenerla provista de materias primas. Pero en el último cuarto del Siglo XIX este monopolio ya estaba socavado. Otros países, resguardándose mediante tarifas "protectoras", se convirtieron en Estados capitalistas independientes. Al alborear el Siglo XX asistimos a la formación de un nuevo tipo de monopolio: primero, convergencias capitalistas en todos los países capitalistas desarrollados; segundo, la posición monopólica de unos pocos países muy ricos en los cuales la acumulación de capital ha llegado a proporciones gigantescas. En los países avanzados ha surgido una enorme "superabundancia de capital". (…) Mientras el capitalismo permanezca siendo lo que es, el capital sobrante será utilizado, no para aumentar el nivel de vida de las masas en un país determinado, ya que esto significaría una declinación de las ganancias de los capitalistas, sino para aumentar las ganancias a través de la exportación de capital hacia los países atrasados. En estos países atrasados las ganancias son generalmente altas porque el capital es escaso, el precio de la tierra es relativamente bajo, los salarios son bajos, las materias primas son baratas. La posibilidad de exportar capital surge del hecho de que una cantidad de países atrasados ya han sido arrastrados hacia el intercambio capitalista; ferrocarriles principales hacia esos lugares ya se han construido o se hallan bajo construcción; las condiciones elementales para el desarrollo industrial han sido creadas, etc. La necesidad de exportar capital surge del hecho que en unos pocos países el capitalismo ha "sobremadurado" y (debido al estado atrasado de la agricultura y el empobrecimiento de las masas) el capital ya no puede hallar un campo propicio para una inversión "rentable". (...)

VI. EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS (...) Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias primas descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se desarrolla con una rapidez increíble en nuestros días y las tierras hoy inservibles pueden ser convertidas mañana en tierras útiles, si se descubren nuevos procedimientos (a cuyo efecto un banco importante puede organizar una expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten grandes capitales. Lo mismo se puede decir con respecto a la exploración de riquezas minerales, a los nuevos métodos de elaboración y utilización de tales o cuales materias primas, etc., etc. De aquí la tendencia inevitable del capital financiero de ampliar el territorio económico y aun el territorio en general. Del mismo modo que los trusts capitalizan sus bienes en el doble o en el triple de su valor, calculando los beneficios "posibles" en el futuro (y no los beneficios presentes) y teniendo en cuenta los resultados ulteriores del monopolio, el capital financiero manifiesta en general la tendencia a apoderarse de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes posibles de materias primas y ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las últimas porciones del mundo todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las ya repartidas. (…) Los intereses de la exportación del capital empujan del mismo modo a la conquista de colonias, pues en el mercado colonial es más fácil (y a veces sólo en él es posible) suprimir al competidor por medios monopólicos, garantizarse encargos, consolidar las "relaciones" existentes, etc. La superestructura extraeconómica, que brota sobre la base del capital financiero, la política, la ideología de éste, refuerzan la tendencia a las conquistas coloniales. "El capital financiero quiere, no la libertad, sino la dominación", dice con razón Hilferding. (…) Puesto que hablamos de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, crean toda una serie de formas de transición de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina. (…) Remitámonos al historiador Driault, el cual, en su libro "Los problemas políticos y sociales de fines del siglo XIX", en el capítulo sobre "las grandes potencias y el reparto del mundo", decía lo siguiente: "En el transcurso de los últimos años, todos los territorios libres de la Tierra, a excepción de China, han sido ocupados por las potencias de Europa y por los Estados Unidos. Debido a esto se han producido ya varios conflictos y ciertos desplazamientos de influencia que no son más que precursores de explosiones mucho más terribles en un futuro próximo. Pues hay que apresurarse: las naciones que no se han provisto corren el riesgo de no percibir nunca su porción y de no tomar parte en la explotación gigantesca de la Tierra, que será uno de los hechos más esenciales del próximo siglo (esto es, del siglo XX). He aquí por qué toda Europa y América, durante los últimos tiempos, fueron presas de la fiebre de expansión colonial, del 'imperialismo', el cual constituye el rasgo característico más notable de fines del siglo XIX". Y el autor añade: "Con un reparto tal del mundo, con esa caza rabiosa de las riquezas y de los grandes mercados de la Tierra la importancia relativa de los imperios creados en este siglo XIX es completamente desproporcionada al puesto que ocupan en Europa las naciones que los han creado. Las potencias predominantes en Europa, que son los árbitros de su destino, no predominan igualmente en todo el mundo. Y debido a que el poderío colonial, la esperanza de poseer riquezas todavía ignoradas tendrá, evidentemente, una repercusión en la importancia relativa de las potencias europeas, la cuestión colonial — el 'imperialismo', si queréis —, que ha transformado ya las condiciones políticas de Europa misma, las irá modificando cada vez más". [J. E. Driault, "Problemes Politiques et sociaux", París, 1907, pág. 299].