"La interseccionalidad desde una perspectiva marxista"
La interseccionalidad desde una perspectiva marxista.
En la teoría feminista la “interseccionalidad” ha emergido como una estrategia analítica para estudiar la interrelación de relaciones de poder institucionalizadas múltiples y superpuestas, definidas por la raza, clase, género, sexualidad (y otros ejes de dominación). (...)
Si el feminismo ha de volver a ser un movimiento potente, las mujeres de clase trabajadora tendrán que organizarse por encima de las divisiones de raza/etnicidad y sexualidad. Por ello, tiene una gran importancia política entender como la situación de clase, que intersecciona con la raza/etnicidad y la sexualidad, modela los proyectos de supervivencia de las mujeres (...)
Situación de clase e intersecciones
El análisis interseccional, desarrollado principalmente por académicas y escritoras académicas de color, demuestra que las opresiones de raza y de género no se combinan de forma sencilla o aditiva.
El que las feministas blancas no hayan logrado entender esto ha contribuido de forma significativa a que se hayan perdido oportunidades para construir un movimiento feminista inclusivo. (...)
La posición de clase es difícil de definir. (...) Definir la posición de clase es especialmente complicado para el análisis interseccional, ya que en muchos casos no estamos comparando a los que poseen capital con los que no, sino más bien estamos tratando de entender las relaciones de poder y de privilegio relativo entre los que llevan a cabo trabajo asalariado. (...)
Poder de clase capitalista y políticas de la resistencia.
Los movimientos por los derechos civiles y feministas combinaron objetivos revolucionarios y reformistas, y sus alas más radicales trataban de redistribuir el poder político y el económico.
Aun cuando no lograron este objetivo, los movimientos sí consiguieron desmantelar los viejos órdenes raciales y de género, y abrieron la vía para otros movimientos contra la opresión (por ejemplo, movimientos por los derechos de gay y lesbianas o de discapacitados).
También han permitido que los nuevos movimientos de izquierda que han aparecido hayan sido antirracistas, antisexistas y antiheterosexistas de una forma mucho más potente y autoconsciente que los que había venido antes.
Por otra parte, desde casi ningún punto de vista se puede decir que haya desaparecido de la escena la opresión racial ni la dominación masculina. Sin embargo sí que se han reorganizado de manera fundamental. Ambos operan ahora, no a través de un sistema de exclusión explícito, legal y culturalmente autorizado, sino mediante un proceso de incorporación que reproduce sistemáticamente las desventajas (...)
Para entender (...) tanto las conquistas como los límites del movimiento de derechos civiles y mujeres, su capacidad de desafiar tan a fondo y de cambiar la manera de pensar acerca de la raza y el género pero también su incapacidad de superar este desafío, ayuda ponerles en el contexto de los periodos de transformación económica capitalista.
Los cambios económicos que estaban ya remodelando el paisaje político en los años 70 y 80 se aceleraron en los 90: expansión de los mercados y la producción, aumento de la migración de trabajadores tanto en el interior como a través de las fronteras nacionales, la flexibilidad y movilidad de las inversiones y la producción, la penetración de firmas globales en la economía estadounidense no sólo en bienes sino también en servicios, la liberación creciente de las multinacionales respecto al control y regulación de los estados nacionales.
La reestructuración capitalista que primero socavó la condición de los trabajadores de cuello azul en las industrias manufactureras centrales ahora amenaza la seguridad y la estabilidad de los trabajos en muchos sectores – desde los cuadros medios y supervisores hasta los trabajadores de la producción.
En el corazón de estos cambios se encuentra no sólo la globalización sino también la creciente flexibilidad, movilidad y concentración del poder, así como la intensidad de la competición capitalista y el afán de los empresarios para exprimir cada vez más a la fuerza de trabajo. (...)
Como en los periodos importantes de reestructuración capitalista que precedieron a este, las instituciones de defensa política y económica de la clase trabajadora que se construyeron bajo el viejo paradigma y que quizás funcionaron (aunque no del todo bien) en un momento dado, son ahora completamente incapaces de responder a las nuevas condiciones.
Hasta que se desarrolle alguna alternativa, podemos esperar que se mantenga la hegemonía política de la derecha modernizadora.